Esta es una tendencia que las asociaciones humanitarias vienen constatando desde hace varias semanas en París. Cada vez son más frecuentes los testimonios de personas sin hogar que afirman que se enfrentan cada vez más a la intervención policial. Aquí, en un muelle del Sena, un exiliado desalojado por una furgoneta de la jefatura de policía. Allí, la plaza de la Concordia, una anciana a la que pidieron que se fuera con sus maletas. En el Bois de Boulogne, los empleados pobres que duermen en sus vehículos dicen que cada libra les ordena conducir con mayor frecuencia.
Hace una semana, el 6 de marzo, fue evacuado un campamento de varios centenares de menores no acompañados instalado bajo los puentes del Sena. Como medida de seguridad ante las inundaciones del Sena, explicó la prefectura. Se colocaron grandes piedras blancas detrás de las puertas para evitar que las tiendas regresaran. Desde el verano de 2023 se habían organizado varias operaciones del mismo tipo: en cada una de ellas, las personas desalojadas se quedaron sin solución de alojamiento.
“Cada vez tengo más llamadas de personas vulnerables que me alertan porque los están echando de donde duermen”, dice Elina Dumont, presidenta del colectivo Les Oubliés de la République. Misma observación de la asociación Utopia 56: “Sobre una intensificación de las operaciones de desalojo con los Juegos Olímpicos [Jeux olympiques] “Se acerca, es catastrófico porque cada vez es más difícil encontrarlos para ayudarlos”.lo atestigua Nikolaï Posner, su portavoz.
Lugares de acogida afectados por las restricciones de tráfico
¿Podrían los Juegos Olímpicos ser una oportunidad para una “limpieza social” del espacio urbano? Este es el miedo a las organizaciones benéficas. En una columna publicada el 6 de febrero en El mundoEl colectivo Le Revers de la Medal, que agrupa a ochenta asociaciones (entre ellas Médecins du monde, Secours catholique y Action Against Hunger), advirtió sobre estos “desalojos forzosos” que debilitan a poblaciones en gran precariedad y arruinan el trabajo de los trabajadores sociales.
París y sus suburbios concentran los síntomas de una precariedad creciente desde hace unos diez años y el fenómeno se ha acentuado con la epidemia de Covid-19 y el aumento de la inflación. La última Noche Solidaria (finales de enero) contó 3.492 “personas en situación de calle”un aumento del 16% respecto a la edición de 2023.
Desde hace meses, las ONG alertan a la prefectura regional sobre el futuro de las personas sin hogar, ya sean inmigrantes recién llegados, trabajadores indocumentados, trabajadores o jubilados pobres. La situación se ha vuelto aún más tensa ya que varios hoteles utilizados por el SAMU social para alojar a las personas que llamaban al 115 han cerrado para realizar trabajos y volver a la actividad hotelera tradicional de cara a los Juegos Olímpicos.
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