Ser entrenador en el fútbol actual es, sin duda alguna, una profesión de riesgo. En un deporte cada vez más agarrado al resultadismo inmediato que asfixia muchos proyectos antes siquiera de empezar, los técnicos es acostumbran a pasar por los banquillos como quien se cambia de ropa a diario.
Nadie parece estar exento de una purga que afecta hasta las más altas divisiones del fútbol profesional. La presión por conseguir los objetivos deseados se lleva por delante a cualquiera, aumentada por unos presidentes que tienden a dar volantazos a muchos proyectos sin apenas haber dado tiempo a que se consoliden.
El dato esta última semana es demoledor: hasta cinco entrenadores de las grandes ligas europeas han perdido su cargo en los últimos siete días, un mes de febrero que suelen ser fechas propicias para que a los mandatarios de muchos clubes les empiecen a entrar prisas con el desenlace de la temporada cada vez más cerca.
A principios de la semana anterior, técnicos como Jon Siewert (Mainz), Filippo Inzaghi (Salernitana) o Francisco Rodríguez (Rayo) perdieron sus cargos por decisiones de sus clubes de buscar alternativas a las malas dinámicas de sus equipos. Esta misma tarde, la ‘limpieza’ ha continuado: entrenadores como Roy Hodgson (Crystal Palace), Gattuso (Olympique Marsella) o Mazzarri (Napoli), este último si bien no es oficial parece tener las horas contadas, también deberán buscar nuevos clubes donde desarrollar sus propuestas.
Ganar tampoco te garantiza la continuidad en tu cargo en un deporte que parece no tener memoria. Técnicos como Xavi Hernández o Jürgen Klopp, que se despedirán a finales de temporada por voluntad propia, también se ven devorados por una presión que no tiene en cuenta los resultados obtenidos en el pasado. El fútbol vive del presente, aunque habrá que cuestionarse hasta qué punto se hace justicia con unos entrenadores que, muchas veces, se convierten en auténticos escudos humanos para jugadores o presidentes.