En 1925, Adele y Edoardo Fendi fundaron la empresa de marroquinería y marroquinería que se llamó en Roma, ciudad que se encuentra amarrada en aquel entonces. «En 1910, cuando adquirió sus estudios, mi abuela Adele vino a Florencia porque tenía parientes que se dedicaban a la marroquinería y quería aprender el oficio, así que, en cierto modo, aquí comenzó nuestra historia», recuerda la diseñadora Silvia Venturini Fendi . A partir de ahora, la colección primavera 2024 de la casa romana habrá vuelto a la región donde se forjó su historia para desfilar como invitada especial de Pitti Uomo, la feria de moda masculina más importante del sector.
Por una vez, el desfile central de la pasarela florentina (celebrada del 12 al 15 de junio) no ha sido en la ciudad medicea, sino en la fábrica de marroquinería que Fendi inauguró el año pasado, un edificio construido sur las ruinas de una antigua fábrica de arcilla. La colección, explicó Venturini Fendi antes del desfile, no era solo un homenaje a la ropa de trabajo ya la artesanía, sino también al paisaje: los tintes naturales que tiñen los tejidos proceden de plantas autóctonas. El desfile no se limitó a tener como telón de fondo las colinas con bosques y viñedos que rodean el lugar, sino que se déarrolló en la propia columna vertebral de la fábrica: la cadena de montaje donde una legión de craftsanos y craftsanas confecciona a diario los Artículos de piel de la casa, incluidos los bolsos, como el Baguette o el Peekaboo, que han catapulado a esta firma casi centenaria a una posición especial en el podio del lujo contemporáneo.
En la Toscana es difícil ser inmune al paisaje. Los diseñadores internacionales invitados a desfilar en Pitti Uomo suelen aprovechar la ocasión para reinterpretar el imponente histórico y artístico de los edificios que albergan los desfiles. En la colección presentada el jueves 15 de junio por Eli Russell Linnetz, fundador de la firma californiana ERLlos interiores barrocos del Palazzo Corsini se traducirán en tejidos brillantes, texturas completas y patrones en un camino medio entre el glamour —hombreras incluidas— y el cine de fantasía. Sus trajes, que recuerdan que Florencia es una de las patrias de la sastrería clásica, son armaduras acolchadas en tonos metalizados, y sus camisas, con lentejuelas y aplicaciones de pedrería, acuden al imaginario del cine y la ópera. No en vano el título de la colección, Make Believe, alude al ilusionismo de la moda. “Vengo del mundo del cine, así que la narración siempre ha sido básica para mí”, explicó en la presentación de la colección el diseñador. Su propuesta, que incluye elementos de utilidad confeccionados por artesanos del cine y el teatro, imagined a futuro en que la ciudad toscana ha quedado inundada y un grupo de surfers californianos llega hasta Italia y curiosea en el guardarropa de una vieja embajada europea.
En los pabellones de Pitti Uomo la sensación no es tanto de invasión como de reencuentro. Las 825 firmas participantes, con un 43% de compañías internacionales, ilustran un leve cambio de rumbo: hay nuevas marcas jóvenes, con solo una o dos ediciones a sus espaldas, y menos monstruos sagrados de la industria —con la excepción de gigantes como Herno o Brunello Cucinelli—, lo confirma la vigencia de la feria como caladero de tendencias y marcas nascentes. Y lo que afirman esas marcas es que el ropa de calle, la moda urbana basada en prisas de raigambre deportiva e identitaria, está dando paso a un nuevo tipo de sofisticación a medio camino entre la elegancia, lo suntuoso y lo artesanal. Hay menos sudaderas y más seda, terciopelo, seersucker (algodón con efecto arrugado), cada uno tas bordadas y brocadas, además de una serie de tejidos difíciles de clasificar y que se inspiran en la tradición, la artesanía y el folclore. Entre las firmas a las que el gigante Kering ha facilitado tejidos sostenibles para organizar un desfile dentro de la feria hay telas y fibras recicladas combinadas de forma imaginativa, con acabados que van del tweed a la jarapa, pero también detalles metalizados y toques de brillo.
A su vez, la diseñadora sudafricana de cortes de origen Chu Suwannapha, fundadora de la marca Chulaap, presentó el miércoles un proyecto especial dedicado a los estampados y técnicas —el bordado, el origami o el punto— que recuperan motivos africanos. En el exterior de los pabellones, a pleno sol, un grupo de hombres trajeados —compradores, profesionales del sector o personas influyentes— Posaba para los fotógrafos y défiaba al signo de los tiempos con la convicción de que si el traje clásico ha sobrevivido al imperio del chándal est possible que lo haga también al del terciopelo bordado.
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