
Cuando tienes más de 20 años y te ganas la vida como líder de actividades extraescolares, no te levantas por la mañana pensando en irrumpir en el fútbol profesional. Menos aún nos imaginamos convertirnos en uno de los mejores jugadores del campeonato francés y vivir una aventura colectiva memorable. Y todavía…
Pierre Lees-Melou, que se convirtió en jugador profesional a una edad avanzada, es hoy el precioso metrónomo del Stade Brestois. A sus 30 años, encarna el éxito del club bretón, sorprendentemente segundo en la Ligue 1, a sólo seis días del final del ejercicio 2023-2024.
El lunes 8 de abril volvió a ser el centrocampista el que se situó entre los jugadores de la Ligue 1 mejor valorados por el diario El equipo : con una media acumulada de 6,31 sobre 10, por delante del parisino Ousmane Dembélé y del monegasco Takumi Minamino.
El día anterior, se puede apostar que Lees-Melou saboreó la victoria de su equipo contra el FC Metz (4-3) con un sabor a lúpulo en el fondo de su paladar. “De vez en cuando bebo mi cervecita lejos de las cámaras. Es un pequeño placer que guardé del fútbol amateur”dijo durante su reunión con El mundo la semana anterior.
Su estilo de juego se podría resumir en dos palabras: control, pase. “Soy un simple jugador de pelota, nunca intentaré driblar a tres jugadores”declara el que se desempeña mejor en el rol de creador de juego, rezagado frente a la defensa.
Una espontaneidad que destaca
Entre los seguidores locales, el número 20 es popular. Porque les da placer en el campo. Porque ellos también pueden identificarse con él. “Es accesible en el centro de formación y sentimos que es franco en su forma de hablar”comenta Jérôme Balcon, un entusiasta de 49 años que se puede encontrar en las redes sociales detrás de la página “Aquí está Brest”.
Un ejemplo para el ilustrador. En febrero, tras una victoria ante el Olympique de Marsella, esta vez creyó que un contacto en el área habría merecido un penalti – no pitado – a favor de… el equipo contrario.
En el fútbol contemporáneo, el lenguaje rígido está tan arraigado que esta espontaneidad resulta discordante. “Tengo una franqueza que a veces puede incluso perturbar al club”añade interés, conciencia de ser un buen cliente para los periodistas, con una sonrisa hacia el responsable de prensa.
Habiendo pasado su infancia en la campiña de Burdeos, el niño no experimentó “ni en lujo ni en escasez”. Hijo de una secretaria a tiempo parcial y de un electricista en EDF, se incorporó a la incubadora del Girondins de Burdeos en los años 2000, sin convertir el objetivo del contrato profesional en un » obsesión «. “Cada temporada, mis padres me decían: “Es mejor sorprenderse que decepcionarse”. » » Dado su reducido tiempo de juego entre los sub-17, el joven jugador, lúcido, esperaba tomar la puerta de salida.
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