Audre Lorde dijo con razón que “el silencio no te protegerá”. Sin embargo, en muchas ocasiones es necesario verbalizar, denunciar o denunciar la violencia machista que basta para salvar. El sistema es defectuoso y esto resulta en asesinatos. Mujeres y niños. Lo sabemos bien y lo toleramos demasiado. Porque algunos ven que la violencia es conocida y no tiene credibilidad; ¿O cuándo, simplemente, se perdió de vista la historia de su experiencia? La banalización del mal entre las mujeres tiene un rasgo identificativo de la sociedad española [no solo, eh] por décadas. ¡Qué digo décadas! Durante siglos. O, mejor, dejemoslo fr siempre, hoy. No, la institución más antigua de la dictadura franquista fue el Patronato de Protección a las Mujeres —vigente hasta ¡1985! —, organización que permitió la detención y encierro de niños y jóvenes en centros religiosos para “reeducarlos”, encomendándolos. el crimen con el pescado.
Cómo corre el agua del arroyo, España corre -y va a la carcajada limpia- las mofas de Martes y tres a las mujeres maltratadas y, en una sana y miserable coherencia, se mantienen impasibles ante las denuncias públicas que mujeres como Concha Velasco o Pepa Flores se esfuerzan por ser parte del medio de comunicación. “Eran otros tiempos”, dijo. Hoy, Ana Orantes no ha sido denunciada en Canal Sur por la vida de continuos malos tratos que sufrió en algún lugar por quien fuera su violador/esposo antes de convertirse en su asesino. Por supuesto, hoy no habrá una ley contraria a la violencia general y no habrá mucho menos posibilidad en el imaginario de una ley que empuje el consentimiento al centro, como la ley del sólo ser. Sin embargo, desde esta semana me siento como un espectro encadenado en un campo de vacío, como Merle Oberon en cumbres borrascosasCada vez que en redes sociales comparan algunas de las declaraciones que Bárbara Rey viene sin tapujos en el documental Una vida de Bárbara (Óscar Bernácer, 2023). Porque hoy en día no se permite que la sociedad se desmorone demasiado. Aunque es cierto que este no es el mundo de los hombres machistas en los últimos meses, pensé que me había indignado el silencio durante el rodaje de este documental. Y llegó a la conclusión de que lo que me permite borrar la entrada en este caso es que habitualmente nuestra sociedad está muy digitalizada y se mantiene insaciable de las redes sociales si escandaliza a diario los productos audiovisuales. Sans embargo, por este, que yo sepa, ni ha pestañeado. Sí, es verdad, en esta diferencia, todas las personas de las carreras son las que consumo.
Bueno, tuve que hablar del visionario del documento en un acto de disolución de la frivolidad y el pesimismo. Busco esa dosis de alienación voluntaria que te permita vivir bien mi salud mental. Y allí no encontré a nadie que me sorprendiera si me encontraba en un estado de indignación y furia permanente. De hecho devoró la serie con ansia. Porque es porque llegué a muchas cosas como una colección de cotilleos insulsos, también fue un #MeToo en todas las normativas. Y gracias por su atención. Mucho más por recibir. Porque también es una muy buena producción. Hay que decirlo. Con un montaje que, en muchas ocasiones, irradia pura fantasía. Y esto queda muy bien contextualizado gracias a las intervenciones de periódicos como Luz Sánchez Mellado, Raquel Piñeiro, Pilar Álvarez o Mariola Cubells que desmantelaron la amistad sobre quien sintió toda la impunidad misógina que acampó en España en sus años de la transición bárbara. y unas décadas más allá. Eso sí, se menciona al margen de la magnífica definición que María Guerra hace de ser generado por el género cinematográfico que vulgarmente se conoce como «el destape» y que ella considera «la represión durante cuatro años de dictado». Amén, querida.
En definitiva, estos cuatro capítulos son fruto de un trabajo de narración audiovisual plenamente consciente del valor de la panoplia de testimonios y revelaciones -algunas explícitas y otras veladas- que se han ido desarrollando en cascada desde el minuto cero. Una vida de Bárbara Comienza con una María García García, con sus dieciocho años recién cumplidos, que camina hacia el final de Totana en un Talgo, acompañada de su padre, para coger el éxito en la capital y convertirse en artista. La mujer de cada chica. de provincias en España casposa del franquismo. Y es en este primer capítulo cuando cuenta en su memoria una escena inquietante: su padre y ella entran en una película de Gran Vía, sin saber de qué va la película que está proyectando. El resultado es «Sedotta i abbandonatta» (1964) de Pietro Germi, y un joven sufre las consecuencias de la promesa de su hermano de dejarlo avergonzado y abandonarlo. La escena captada fue la de la gente chic que fue interpretada por el pueblo siciliano y que se muestra a través de la sátira. Porque, por supuesto, ella era la culpable. Siempre nosotras. La violencia simbólica ha hecho que las mujeres lo hayan hecho todo: desde los argumentos de las películas, pasando por los anuncios, por la tutela infinita de la Sección Femenina y, por supuesto, la legislación criminalizadora, ha enlodazando los consejos y recomendaciones familiares que alertan a la mujer de animales marinos cuya condición de generación es baja en el brazo de la cuna.
Pero vayamos al grano. Estas son algunas de las frases o situaciones que más me tocaron:
[En una fiesta en un chalet. Madrid. 1975] “Querían tela marinera y nos negamos. Y nuestras cicatrices. Si estamos por mitad del campo las dos solas. Mi amiga Mari Cruz me dice: si no queremos que tengamos sentimientos por nosotros.
«El primero [a trabajo se refiere] Esta es una película abandonada por el acoso. Por el acoso del productor y director. (…) Organiza todo, todo y todo lo que necesites, incluso con tus manos, con tus manos y con tus objetos muy desagradables. Cuando estos personajes se dedican a abusar, atacan a personajes decididos, jóvenes que se dedican al cine, que no pueden creer que estarán a solas con ellos. Que es una persona muy importante. Bueno, importante para los que aman el mar, especialmente para la gente (…) si estoy allí, no me crearé. Por lo tanto, me reservo el número>”
[Sobre el productor Enrique Martín Maqueda] «Quieres hablar de pasteles en más de una ocasión». Una vez que haya llegado al punto que ya está en el programa. (…) Me decía cosas muy feas. Incluido por megáfono en vivo para decirme lo cual es muy desagradable. Mire inmediatamente el monitor y sostenga la cámara aquí. [a la altura del pubis] Un día para mí, Bárbara tiene el control. (…) Quita la mano de la camisa y dame un delantal bronceado sobre la piel que me sala con las lágrimas del daño que me duele. Al levantarme me lo pasé bien y tuve el control y estuve tres o cuatro semanas sin tocar el número musical”.
[Rodando Me siento extraña, película de trama lésbica] “Rocío [Dúrcal], según su publicación, fue un accidente. Saliendo de la bañera. [Rotura de la mandíbula. No le permitió seguir el rodaje en condiciones] Ella no puede hablar. Tenemos muchos planes sobre lo que ella era el escorzo (…) Ella me dijo que realmente lo había ocurrido y lo que había pasado. Y yo nunca en la vida lo hice público, ni lo conté, ni lo haré nunca”. [Rocío Durcal, por cierto, se quedó sin carrera cinematográfica. No volvió a rodar ni una sola película].
[Sobre Ángel Cristo] “Estás separado y vienes cuando dabas la gana. Y me insulto. Le pegaba unea patada a la puerta de mi dormitorio (…) y me violaba. Escupiéndome en la cara y llamándome puta”.
[Sobre Ángel Cristo] “Tengo licencia de armas. Y así desaparecí. Desaparecí entre las piedras y tomó el sudor que me dobló (…) y la pelota cayó en el tocador. Y me rodeé en el baño (…) y pasé la noche ahí dentro.
[Sobre Ángel Cristo] «Digo un golpe en la cara y en el cuello que me tiró al suelo y me pidió todo este este lado [se señala el brazo derecho] dormido y me pide manolo [Carrero, fotógrafo] que me levanto porque voy a mi casa (…) Llego a Ángel con un cuchillo de cocina así de grande (…) Ángel me piensa por la cabeza y me lleva a pegar la cabeza contra el suelo . (…) Entendí y paré por la gente y ya estoy tirado a la calle”.
[En el despacho del director del colegio de sus hijos con Ángel Cristo] “Vine a por mí como una locomotora, me escapé como pude y abrí la puerta para salir del despacho y, antes de salir, me encontré con la nuca que ya tenía yo y medio con collar. (…) ¡Nadie, nadie, nadie, nadie —por si me están viendo— del colegio: directivas, profesores, profesoras, nadie me ayudasteis”.
[Programa de televisión. Ángel Cristo es entrevistado]
— La cogiste, la agarraste del cuello et la echaste a la calle.
—Pero no le pégué. (Serie)
(Risas del público y de Ángel Cristo)
Siento que estos ejemplos son suficientes para hacernos una idea de lo serios que son los hombres vivos para esta mujer, lo que significa que nos importa que hoy, después de nuestra jornada laboral, recibamos insultos y preguntas sobre personas en cualquier foro por el busqué. . su número. Porque Raquel Piñeiro ha quedado bien en la serie: entre un hombre y una mujer poderosos, siempre elegiremos al hombre porque estamos educados para él. Si bien odio todos los testimonios dedicados al emérito porque no he podido constatar la forma exacta y miserable en que el sucesor de Franco ha «confundido», insaciablemente, sus deseos con sus derechos; y así como sus acólitos, a lo largo de la duración del tiempo (Veasius, Adolfo Suárez, Sabino Fernández Campo, Felipe González, etc.), contribuyeron a proteger su impunidad hasta por dos días. Oh Menós. Y odio a María García en esta historia de señores de control de viajes en los balnearios del Estado como si hubiera whisky, no es necesario. Sí, si es alguien, es una víctima. Basta con echar un vistazo a la ingrávida desigualdad de estatus entre ambos. Isa es la clave.
Y pierdo las ganas de que me provoque mi indignación por la explosión social y, por supuesto, mi felicidad por los artificios de Una vida de Bárbara Porque aprendí a discutir este ejemplo hoy, en 2023, él es capaz de actuar impasible ante el informe del mujer fatal sobre ciertas mujeres que, como Bárbara -cuando la mujer del jefe rodea a los niños para fumar o mostrarse- encontrarán el conocimiento y los medios para poder vivir su vida y su sexualidad libremente, y casi casi sin culpa. Porque esto es lo que dije de las palabras de Nerea Barjola en Microfísica sexual del poder.– es «una narración» [más] que el régimen sexista sigue utilizando un sistema de control sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres”.